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miércoles, 26 de octubre de 2011

Desfibriladores automáticos, poniendo precio a la vida humana.


Analicemos una escena muy común. Tan común que ocurre cada dos minutos todos los días.
De acuerdo a la Heart Rythm Foundation, en los EEUU se presentan más de 300000 casos de paro cardíaco atribuibles a fibrilación ventricular cada año, y según el Informe sobre desfibrilación externa semiautomática del Ministerio de Sanidad y Consumo se producen en España 24500 casos al año.
Desde hace tiempo está documentado que la forma más fácil de salvar la vida de una persona en estas condiciones es mediante el uso pronto y efectivo de un desfibrilador. Para ello, desde hace varios años organizaciones como la American Heart Association (AHA) y la European Resucitation Council (ERC) han promovido el uso de desfibriladores externos automáticos (DEA) colocados en sitios públicos de alta concurrencia como los Centros Comerciales, Centros Deportivos, Empresas y en los Aeropuertos.


Diferentes estudios han comprobado que un paro cardiorrespiratorio tiene grandes posibilidades de supervivencia si se presenta en las siguientes condiciones.
  • Atendido de inmediato (en los primeros 5 minutos), con la intervención de personal entrenado.
  • Con una asistencia pronta y adecuada de los servicios de emergencia.
  • Con el uso rápido de un desfibrilador.

Esta es una situación óptima; y de eso es lo que se trata, de hacer que existan estas condiciones “óptimas”.

En los países más avanzados, se han dado cuenta que la prevención de la muerte súbita de las personas es a todas luces conveniente. Y es que esta verdad que suena a perogrullo se basa en el simple derecho de que la gente no debe morir así, si es evitable.


Qué pasa en España.
En España las cosas ocurren de una manera diferente.
El escenario óptimo no se da siempre, debido a una serie de factores que parecen contradecir intencionadamente los parámetros que planteamos arriba:
1.- Una persona que sufriera un paro cardiorrespiratorio, difícilmente sería atendido en menos de 5 minutos. En España existe un fenómeno cultural en el cual, la asistencia a heridos es una situación a la que nos hemos acostumbrado a Responsabilizar la asistencia a los Sistemas de Emergencia y quejarnos casi siempre de la tardanza de estos, pero no haber hecho nada. Si una persona sufre un paro cardiorrespiratorio en un sitio público, lo más seguro es que se le acerquen muchas personas y alguien llame a la policía o al 061 y esperar a que alguien haga algo más, hasta la llegada de ayuda cualificada, y con mucha suerte, aparecerá alguien intentando reanimarlo.
El número de personas con entrenamiento en reanimación cardiopulmonar (RCP) es muy bajo, aún viviendo en la primera década del siglo XXI; y en el hipotético caso de que algún testigo conociera la técnica, las probabilidades de obtener ayuda profesional inmediata son muy bajas.
2.- Los tiempos de respuesta de los servicios de emergencia son largos (entre 8 a 20 minutos dependiendo de la situación)
3.- Existen muy pocos DEA en edificios de acceso al público en España.
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Si logramos revertir el trasfondo cultural y de aceptación tácita de esta nueva situación, el paso siguiente es implementar un sistema que garantice que Desfibriladores colocados en sitios clave, puedan ser utilizados por personal entrenado en los momento precisos.
Se calcula que debe de existir un DEA por cada 1500 personas asistentes a un sitio determinado (aeropuerto, estadio, centro comercial, etc; o que la distancia más lejana entre uno y otro debe de ser de 3 minutos para ir por éste y regresar, como máximo.
Podemos afirmar que existe una falta de visión al no ponderar de forma adecuada el problema y los riesgos o más sencillamente el no dar un adecuado valor a la vida humana.
Y es que si hablamos que en sentido estricto debería haber un desfibrilador a minuto y medio de carrera, colocados en las paredes dentro de los aeropuertos, colegios, estadios, centros comerciales, estaciones del metro, etc. Una dotación de 20 a 30 unidades por lugar genera un gasto de 30000 euros. Es mucho dinero ante los ojos de los administradores.
A esta cantidad habrá que sumar los costes de la formación del personal asignado para utilizarlo, además mantenimiento de los equipos, por mínimo que este sea.
Es obvio que las personas encargadas de estas decisiones, han valorado y llegado a una conclusión: Es más económico no hacer nada y que se encarguen los demás de ayudar.
Hasta que este contexto y esta mentalidad no cambien, será muy difícil enfrentarnos a un problema que existe cada día y se puede presentar en cualquier momento y en cualquier lugar.